sábado, 6 de marzo de 2010

Callos malayos vs. callos madrileños (I)

A las buenas,

¿Qué tal va el crudo invierno en Madrid? Parece ser que no deja de lloveros y nevaros, por aquí estamos más o menos igual, con la ventaja de que hace nada que fue Año Nuevo Chino y como sabéis estuvimos en Malasia y aun podemos recordar el solecillo de allí. Hemos tardado tanto en escribir, porque nos hemos mudado a otra casa así que, nada más volver, pasamos el fin de semana entre cajas y maletas, ya estamos instalados y prometemos un reportaje sobre la casa, pero por ahora, hablemos de Malasia.

Nuestro viaje empezó en Kuala Lumpur que es, como cualquier capital asiática, una mezcla de torres de cristal, con barrios que se caen a cachos. En este caso tiene algo diferente de todas las demás, que es el predominio musulmán en la estética de los grandes edificios y plazas y también la convivencia entre indios, chinos, musulmanes y malays que crea un ambiente multicultural muy interesante. Y dicho esto, pues no hay mucho que ver, la verdad. Las Petronas son más bonitas de noche que de día, con lo que basta con pasarte por allí al atardecer. Allí estuvimos cenando con unos amigos, él malayo y ella china, que no habla nada de inglés y con un cabreo monumental porque para una vez que salía de su país, él la había tenido todas las vacaciones encerrada en casa con la suegra y sin ver nada de nada. Y todas estas quejas en chino, claro, poniendo a prueba nuestro nivel al máximo (no hay ningún tema en el libro dedicado a "quejas sobre tu suegra"). Además de las Petronas puedes dar un paseillo para ver los barrios de cada cultura, comer y cenar en los puestos de la calle y ya has hecho todo lo que tenías que hacer.

Así que nosotros nos dedicamos a hacer las principales excursiones de los alrededores que son dos: Las Cuevas Batu y las Cataratas Kanching. Llegar hasta las cataratas es en si mismo toda una experiencia, la gente de a pie en Malasia parece no saber qué son, ni dónde están, no aparecen en los mapas y basicamente tienes que dar vueltas entre los autobuses hasta dar con el adecuado. Una hora después te bajas en lo que podría ser cualquier punto de la Nacional I, y allí te quedas, pensando si realmente merecerán la pena las cataratas como para jugarse la vida cruzando entre los coches (que son muchos y para más gracia te dejan en una curva al final de una cuesta) Afortunadamente, pasaba por allí un grupo de chicas a las que pudimos seguir por debajo de un puente de la carretera (muy sucio, mucho miedo) hasta la puerta del parque donde están las cataratas. A las chicas les gustó mucho Oscar y pidieron hacerse fotos con él, luego también se hicieron conmigo, pero se notó que ya era por cortesía hacía mi, pero nada más :)

Las cataratas son siete, las dos primeras forman parte de un parquecillo muy preparado para que las familias vayan a pasar el...viernes, supongo (en este caso no se puede decir domingueros, serán viernegueros) Nosotros fuimos el sábado y estaba lleno igual: de barbacoas, de familias, de gente bañándose vestida..Y de monos claro, monos robando comida, monos comiendo bolsas de patatas fritas, monos pidiendo, monos posando para las fotos... Tras ver que aquello no era lo que buscábamos, seguimos subiendo, con la decisión de ver las siete cataratas. Más por orgullo que otra aunque claramente las más bonitas son la quinta y la sexta. Es curioso, porque en estas excursiones siempre te encuentras con gente que te dice "no subáis, que es muuuuuuuuy peligroso" y luego ves a los locales subiendo con chanclas, mientras tú vas preparado como si fueras a escalar el Everest. Bueno, ni tanto ni tan calvo, se podía subir con cierto esfuerzo y desde luego merecía la pena:




Nuestra siguiente excursión fueron las Cuevas Batu. Son unas cuevas hindús super sagradas, que como todo lo sagrado en Asia, se compone de muchas, muchas escaleras y mucho dorado por todas partes. En realidad, las cuevas no son nada del otro mundo, pero desde la entrada se ve un patio que hay al final por donde entra el sol, que se refleja en el agua que cae de las estalagtitas y todo se ve dorado. De hecho, lo que ves al entrar, es que al fondo, encima de un pequeño templo todo el aire brilla. Eso, y el ambiente lleno de indios descalzos con sus trajes de colores hacen que la visita merezca la pena (A los indios sí hemos conseguido sacarles en las fotos, lo del agua y el sol, por desgracia no se ve)




Después de esto y más cansados de lo que habíamos empezado las vacaciones, nos fuimos para la selva. Pero para no aburriros, eso lo dejamos para "Callos malayos vs. callos madrileños (II)" Entretanto, cuidaros mucho y contadnos como va la Búsqueda de Chupao por España.


Un fuerte abrazo,

Oscar y Mónica